"Sonó el '¡hala, muchachos!', y las guerrillas, fusil en ristre y el cinto repleto de granadas de mano, treparon en demanda de las cumbres donde mi Tercio tenía el encargo de honor de clavar las banderas roja y gualda de España y la blanca con sangrientas aspas de su gloriosa tradición militar e imperial. Yo, que mandaba una compañía, observaba a mi gente. Eran en su mayoría mozos vizcaínos, pasados a nuestro campo con nostalgia de una boina bermeja, una canana repleta y una canción guerrillera. Y en aquel momentos decisivo, impresionante, cantaban; cantaban a despecho de la muerte, que nos acechaba por todas partes; cantaban en su lengua vernácula viejos romances incomprensibles:
Zumalakarregi generala...
¡Y hacía un siglo y dos años que Zumalacárregui no existía!"
J. -E, Casariego, La verdad del tradicionalismo, 1940.