A lo largo de estos últimos meses han sido muchos los cuadros de Convergència que han pasado por el despacho que Pujol se ha habilitado para decirle que, "Presidente, aquí lo único que pasa es que usted tiene una muy mala defensa. ¡Si me hiciera usted caso a mi, otro gallo le cantaría!". Pero Pujol sólo se ha mostrado verdaderamente interesado, según me cuentan, en una cosa: "¿Qué pensará de mi la historia?". Tema complejo éste. Así como la Historia no es de nadie, la historia es de quien tiene un historiador que lo reivindique. ¿Tendrá ese historiador Pujol? Lo que parece hoy claro es que la cornada que le propinó Pujol a Convergència era grave. Y creo que el único que lo ha sabido todo el tiempo ha sido él. Por eso le pidió a su partido: "Sacrifiqueu-me". Pero Mas no podía ni condenarlo ni absolverlo, así que Pujol ha estado condenado al limbo.
Viendo a las gentes que iban a votar en Ocata, no podía dejar de pensar yo que las "tietas" de Convergència, ese caladero de votos que parecía inagotable, han envejecido y el partido no les ha encontrado relevo. ¿Otro efecto de la cornada?