En política, y especialmente en democracia, los mejores son los que son capaces de generar mayores consensos... mientras sean capaces de generarlos, y los peores los que se han quedado sin triunfos para hacer juego.
Ya que no sabemos cómo identificar a los sabios políticos y en caso de identificarlos no es nada seguro que su sabiduría nos resultara atractiva, no nos queda más remedio que sustituir la sabiduría por las mayorías. Esto nos parece perfectamente normal cuando nos sentimos parte de esas mayorías y escandaloso cuando nos hemos quedado al margen.
En fin, que quiero decir alguna cosa de Ada Colau, a la que yo, de vivir en Barcelona, no hubiese votado. Pero eso no quita para que me haya sorprendido la cantidad de tonterías que han lanzado sobre ella sus enemigos, que la miraban desde una supuesta superioridad moral bastante jactanciosa. Vistos los resultados, parece que cuanto más se pretendía ridiculizarla, más votos ganaba.
Ahora veo a esos mismos críticos frotándose las manos por las redes sociales porque están convencidos de que con Ada, llegará el desastre. En Madrid está ocurriendo algo parecido. Yo no sé lo que pasará. Sé cuáles eran mis propuestas cuando fui concejal en Ocata. Comparadas con las de Colau, estas me parecen bastante beatíficas.
El idealismo se atempera mucho cuando hay que hacerlo caber en un presupuesto.
Una de las leyes de la democracia es que nos gusta entregar el poder a quien no tiene experiencia y descabalgar del mismo a quien ha adquirido demasiada.