Un buen día de trabajo. Muy intenso y de resultados interesantes que se ha completado a media tarde con varios mensajes provenientes de Moscú y México. Me estoy dedicando estos días a ver qué puedo sacar en limpio de las aventuras y desventuras de un grupo de exiliados españoles en México.
Entre las cosas que me han enviado, se encuentra la esquela de Serge y esta nota de su hijo Vlady, comunicándole a su buen amigo, el pintor catalán Josep Bartolí, la muerte de su padre.
La correspondencia entre Vlady y Bartolí es realmente fascinante, tanto por su contenido literario como, sobre todo, por los bocetos con que ambos adornan sus cartas. Siempre he sentido una gran atracción por esa profecía en acto que es el boceto de un verdadero artista.
En realidad yo no soy un investigador sino un jubilado al que no le gusta jugar al mus o al dominó en el bar con los amigos. De ahí que pueda permitirme el lujo de perderme y dedicarme a recorrer con parsimonia caminos que no me llevaran a ningún sitio. Más aún: que me obligan a dar un rodeo para volver al camino principal. Pero... ¿y qué?