... y a los pasajeros les tocó la lotería.
Y sin embargo he visto por las llamadas redes sociales intentos de linchar a los americanos porque los occidentales también somos terroristas o porque los americanos le pegaron al terrorista más de lo estrictamente necesario. Yo entiendo que a los defensores de la negociación con los asesinos (Gemma Nierga: "Ernest Lluch hubiera negociado incluso con los que lo iban a matar") les cuesta aceptar que si te van a pegar un tiro tu primera obligación es evitarlo de la manera más rápida y contundente posible (dejemos ahora de lado la evidencia de que el diálogo, si no es retórico, suele acabar mal). Pero allá ellos. Yo me quedo con esa magnífica lección de coraje que nos han dado dos americanos y con la confianza de que la virtud del coraje no tiene por qué ser menos contagiosa que el vicio del miedo.