Hay un poema de cien octavas en la Biblioteca Nacional titulado Eccos de la Musa Trasmontana o Prometeo. José María de Cossío creía que pudo haber sido escrito por Gabriel Álvarez de Toledo a finales del siglo XVII. No es la mejor obra de la literatura española, pero no carece de interés porque nos presenta a un Prometeo aquejado de una melancolía que podríamos llamar rousseauniana. Ha robado el fuego de los dioses y se lo ha entregado a los hombres. Él paga su filantropía heroica encadenado a las rocas del Cáucaso y cada amanecer un buitre viene a alimentarse con su hígado que le vuelve a crecer de noche, como las preocupaciones más negras; mientras que a los hombres el fuego les ha proporcionado más oportunidades de confort, pero no de bondad.
Este es el lamento del titán desencantado:
¡Ay!, cuánto más feliz mi suerte fuerasi con alma plebeya en vil estado,entre riscos y robles condujeraa un tiempo mi inocencia y mi ganado.