Artículo aparecido hoy en El periódico de Cataluña.
¿Es la formación de los docentes nuestro principal problema educativo? La respuesta es un rotundo no.
El hecho de que se focalice en los profesores nuestro desconcierto escolar, además de ser injusto, pone de manifiesto el carácter sui generis de la racionalidad pedagógica, siempre dispuesta a buscar en las nubes lo que tiene ante los ojos.
Miren ustedes: en España hay comunidades autónomas que están a la altura e incluso por encima de Finlandia. Curiosamente, estas comunidades comparten tanto las leyes educativas y sus vaivenes como los modelos de formación y contratación de docentes. Si valoramos nuestras leyes o la formación del profesorado por los resultados de Castilla y León, Navarra o la Rioja, hemos de concluir que estamos de enhorabuena: tenemos unas leyes magníficas y unos profesores excelentes. Ahora bien, si los resultados que tenemos en cuenta son los de Andalucía, Murcia, Canarias, Comunidad Valenciana o Extremadura, lo que hemos de concluir es lo contrario.
Nunca habíamos dispuesto de más datos educativos. Pero parece que no queremos ver lo que nos muestran o, al menos, que no queremos formularnos con claridad y valentía los interrogantes que nos sugieren: ¿Por qué los hijos de trabajadores de ocupaciones básicas en Navarra obtienen mejores resultados en matemáticas que los hijos de directivos en Extremadura o Murcia? ¿Por qué los hijos de padres con ocupaciones cualificadas en Navarra, La Rioja y Castilla y León obtienen mejores resultados en matemáticas que los hijos de padres con estas ocupaciones en Cataluña?
¿Por qué en algunas comarcas catalanas obtienen el graduado escolar en junio el 80% de los alumnos y en otras no llegan al 60%? Hay una que no alcanza el 50%. ¿A qué se debe esta diferencia tan escandalosa? Yo no he encontrado a nadie que se plantee esta pregunta en serio.
Antes de lanzarnos a hacer propuestas deberíamos, por ejemplo, estudiar a fondo el caso de La Rioja, comunidad que tiene unos resultados excelentes con un altísimo nivel de emigración.
Si queremos mejorar nuestros resultados escolares, comencemos analizando por qué fracasan los que fracasan, ya que es altamente probable que si introducimos cambios generales y homogéneos en el sistema, los que ya lo hacen bien, sigan haciéndolo bien y los que lo hacen mal, sigan haciéndolo mal. Esta no debería ser una conclusión decepcionante, sino al contrario: ya que sabemos dónde están los problemas, ¡Vayamos a por ellos! Nuestro sistema educativo no necesita un tratamiento de choque, sino tratamientos específicos y, acaso, una audaz microcirugía. Lo que parece poco inteligente es querer importar recetas ajenas, especialmente si esas recetas, cuando se han aplicado, han demostrado ser contraproducentes.
Los debates pedagógicos sobre cómo potenciar lo que podemos llamar el IVA (Intervención de Valor Añadido) del docente (en realidad deberíamos hablar de “la docente”, vista la feminización de la profesión) no son nuevos. Tienen más de 30 años. La literatura es inmensa. Hay quienes sostienen que hay que seleccionar mejor a los docentes, quienes creen que hay que pagar más a los mejores y quienes prometen solucionarlo todo despidiendo fulminantemente a los peores, pero si tuviéramos una fórmula del éxito universal contrastada, no lo duden, ya la habríamos aplicado.