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Leo en el último libro de Rémi Brague: "En Foucault se encuentra la actitud del niño consentido que busca experimentar emociones fuertes jugando con ideas peligrosas". He pensado inmediatamente en los cien mil hijos posmodernos de Foucault, tan fieles en esto a su padre espiritual. Sin embargo, son más peligrosos que él porque desconocen la peligrosidad de las ideas con las que juegan. ¡A ellos qué les importa con qué coño juegan!
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Sigo adelante con mi lectura de Brague. Habla ahora de Ortega, en concreto del "hombre-masa", recordando que no representa algo nuevo, una alternativa a una civilización supuestamente caduca, sino que sólo representa la mera negación, es decir, el parasitismo. "El hombre-masa está aún viviendo precisamente de lo que niega y otros construyeron o acumularon". Pienso en los/las que se empeñan en echar a Dios de la Universidad. "¿Qué pinta Dios en una universidad?", preguntan. La respuesta está en la misma palabra "cátedra". ¿Sin la teología cristiana, cuánto hubieran tardado en aparecer las universidades?