Después de 20 horas de viaje, el autobús cruzó el Mississipi siguiendo la carretera que atraviesa los bosques de coníferas de Iowa. Afuera hacía frío, pero adentro había un ambiente caldeado por la euforia. Los viajeros regresaban de la manifestación que había congregado a más de medio millón se personas en Washington el día de Acción de Gracias de 1965 para pedir el fin de la Guerra de Vietnam.
Dos adolescentes de 15 años, John Tinker y Christopher Eckhardt, alumnos del instituto de Des Moines, hacían proyectos en sus asientos para seguir la consigna del senador Kennedy, que quería que la protesta se mantuviera viva a lo largo de la Navidad. Decidieron que el día 16 de diciembre irían a clase con brazaletes negros.
Llegado el día, John Tinker consideró sensato hablar con sus profesores antes de manifestar públicamente su repulsa a la guerra, dado que la dirección del centro había prohibido cualquier señal externa de protesta, pero su hermana, Mary Beth, de 13 años, optó por la desobediencia. El profesor de matemáticas, Richard Moberly, la echó de clase al verla con el brazalete. John, entonces, se solidarizó con ella e imitó su gesto, corriendo su misma suerte. Los dos hermanos presentaron inmediatamente una denuncia contra el centro.
El juez Roy Stephenson falló a favor del instituto, pero los Tinker recurrieron y llevaron el caso hasta el Tribunal Supremo, que dictó una sentencia a su favor el 24 de febrero de 1969, creando así una jurisprudencia que marcó época, y no sólo en Estados Unidos. Siete de los nueve jueces consideraron que la Primera Enmienda garantiza la libertad de expresión de profesores y alumnos, porque ninguno de ellos abandona su derechos constitucionales en las puertas del centro. Las escuelas -añadían de una manera que a mi me parece excesivamente grandilocuente- no pueden ser "enclaves totalitarios". Obviamente es así, ¿pero quiere decir esto que los profesores no deben disponer de ninguna autoridad que al menos module lo que un alumno puede entender en un momento dado por libertad de expresión?
Uno de los jueces, Hugo Black, redactó un voto particular poniendo en duda que los tribunales pudieran arrogarse el derecho a decidir cómo debe transcurrir una jornada escolar. Con su conducta, los Tinker habían perturbado la atención de sus compañeros. El ejercicio del derecho de la libertad de expresión -decía- no nos hace impunes, sino responsables. Las cosas que se dicen de cualquier manera en cualquier lugar no están necesariamente protegidas constitucionalmente. Pero, insisto, el juez Black fue el único en ver las cosas de esta manera.