He descubierto que el cielo de Ocata es altamente sensible a la música que oigo cuando salgo a pasear por la playa. Así que me he decidido a escuchar de nuevo el
Concierto para la mano izquierda de Ravel, pero esta vez con la gran Alicia de Larrocha y, como era de esperar, el cielo, no ha tardado en seguir el compás. El mar no es otra cosa que el cielo boca abajo.