Mira que hemos perdido tiempo intentando aclararnos sobre lo sublime: que si una inquietante extrañeza y que si bla-bla-blá. Lo sublime, amigos, es esto: la perfección exacta de este aceite que me ha enviado desde Jaén la profesora Isabel María Ayala Herrera y que le da pleno sentido a aquella sentencia de -creo- Epicuro: Cuando vayas al mercado, no olvides volver con un amigo nuevo. Yo fui a Jaén y volví a casa con la amistad de Isabel. ¡Bendita sea!