INo entiendo tanto de música como para poder decir que Shostakóvich es el más grande. Tampoco sé si tendría sentido decir que es más grande que Bach o que Stravinski. Si lo dijera, sé que él no estaría de acuerdo. Pero puedo asegurar que nadie me atrapa en su mundo con más intensidad que Shostakóvich. Que me es imposible escuchar su música sin que, inmediatamente, se me haga carne.
IIComo B. me dijo "
ça devrait vous intéresser", encargué inmediatamente
El ruido del tiempo.
IIISe podría leer rápidamente, en una tarde, lo que los entendidos dicen que es una novela "brillante y sombría" y que yo tengo por un luminoso ensayo sobre la cobardía. Pero he preferido hacerlo despacio. Las primeras cien páginas, escuchando
Lady Macbeth de Mtsensk y las cien restantes, envuelto en las sinfonías quinta y séptima.
IVBarnes ha escrito la biografía moral de un gran cobarde, de uno de los grandes pusilánimes del siglo XX, que, al mismo tiempo, fue uno de sus grandes genios. Precisamente por eso su cobardía es más inquietante. Barnes es honesto y no se propone justificarla.
VHe tenido la fortuna de que Ángel Ruiz me invite al
curso de verano que ha organizado en la USC, donde tengo previsto hablar de la que, según el Platón del libro X de la
República, es la antigua querella entre poesía y política.
El ruido del tiempo muestra con viveza por qué esta querella sigue vigente. Lo muestra, además, del lado del artista.
VIEl artista y el político, cuando merecen realmente este nombre, son forjadores del alma humana. A veces colaboran en un proyecto común -suele ocurrir en los momentos álgidos de la revolución- y a veces -especialmente cuando la revolución triunfante necesita de pedagogos- divergen y se oponen. El artista genuino ni puede ser meramente decorativo ni puede crear a los pies del poderoso. Pero, como Platón vio mejor que nadie, el político no admite competidores en su misión demiúrgica. Fue la democrática Atenas la que persiguió a Fidias. Todo régimen político necesita pedagogos serviles.
VII"Ser ruso era ser pesimista; ser soviético era ser optimista. Por eso la expresión 'Rusia soviética' era contradictoria. El Poder nunca lo había comprendido. Pensaba que si exterminabas a una parte suficiente de la población e imponías al resto una dieta de propaganda y terror, brotaría el optimismo". Shostakóvich siempre fue ruso.
VIIINo tenía agallas de opositor. No fue un Ósip Mandelshtam, y eso lo salvó del gulag. Tampoco se atrevió a ser una Ajmátova. De él no se dijo que estuviera "emponzoñando las conciencias de los jóvenes soviéticos con el hálito podrido y putrefacto de su poesía". Pero pasó muchas noches a la espera de que el ascensor puesto súbitamente en funcionamiento se parara en su planta. En
Pravda, una voz autorizada, quizás la del mismo Stalin, decretó que la de
Lady Macbeth de Mtsensk era una música amanerada. "Es evidente", añadía, "que el compositor nunca ha considerado el problema de lo que el público soviético busca en la música y espera de ella". Estas palabras equivalían al ostracismo de la incertidumbre. ¿Lo detendrían esta noche o la siguiente? Pero cuando Stalin lo llamó por teléfono porque necesitaba de él para una misión propagandística, se puso a sus órdenes. Hará lo mismo con Jrushov.
IXParece que se encontró con Ajmátova en una ocasión, en los tiempos en que el poder, con Jruschov, "se había vuelto vegetariano" (las palabras son de Ajmátova). Permanecieron sentados uno frente al otro, en silencio, durante media hora. "Fue maravilloso", dijo él, valorando el encuentro.
XTiene razón Barnes: no es nada fácil ser un cobarde. "Ser héroe es mucho más fácil. Para ser un héroe sólo tenías que ser valiente un momento... Pero ser un cobarde era embarcarse en una tarea que duraba toda la vida".