"¡Qué distinta hubiera sido nuestra suerte si el primer explorador intelectual de Alemania, el primer viajero filósofo que nos trajo noticias directas de las universidades del Rhin, hubiese sido don Jaime Balmes y no don Julián Sanz del Río! Con el primero hubiéramos tenido una moderna escuela de filosofía española en la que el genio nacional, enriquecido con todo lo bueno y sano de otras partes, y trabajando con originalidad sobre su propio fondo, se hubiese incorporado en la corriente europea para volver a elaborar como en los mejores días algo sustantivo y humano. Con el segundo caímos bajo el yugo de una secta lóbrega y estéril, servilmente adicta a la palabra de un sólo maestro, tan famoso entre nosotros como olvidado en su patria".Menéndez Pelayo, Dos palabras sobre el centenario de Balmes.
No es fácil compartir ni el entusiasmo profético de Menéndez Pelayo con Balmes, ni los duros calificativos que dedica al krausismo, introducido en España, como es bien sabido, por Julián Sanz del Río. Pero lo curioso del caso es que Balmes, que no nombra a ningún pensador español en su Curso de filosofía elemental (1847), dedica las últimas páginas de este ensayo a arremeter contra Krause, como si ya intuyese que su filosofía, al fin al cabo una corriente anecdótica de la cultura europea, acabaría deslumbrando a tantos españoles -a Giner de los Ríos entre ellos.