Me encuentro con X en un chiringuito de la playa de Ocata. Su hijo de 9 años está sentado a su lado, resolviendo con suma concentración los ejercicios de un cuaderno de repaso de vacaciones. Nada más verme, siente la necesidad de declararse inocente: "No te lo creerás, pero ha sido él quien lo ha pedido, y míralo, tan a gusto está". Casi parece que está justificando un vicio solitario de la criatura.