"Cuando un león está enfermo -escribe Claudio Eliano-, nada le causa mejoría. El único remedio contra la enfermedad es devorar un mono." Se encuentran muchas afirmaciones de este tipo entre los antiguos. El mismo Eliano asegura que, según Aristóteles, el palomo no monta a la paloma hasta que la ha besado, "pues sin ese beso las hembras no permiten el comercio con el macho". Es decir, que ni tan siquiera los filósofos, que tienen por oficio cuestionarlo todo, actuaban en todos los casos con profesionalidad.
Sin embargo estas historias a mi no me resultan tan antiguas. Me recuerdan a mi infancia. A las cosas que contaban las mujeres mientras desgranaban maíz o habas o preparaban las morcillas de la matanza en el fuego de la chimenea. ¡Cuántas historias no habré oído yo en mi niñez sobre el "duende de Zaragoza"! Sin embargo las personas que creían en estas cosas no vivían en un mundo mítico. Eran perfectamente racionales en sus transacciones comerciales o en sus labores agrícolas y se daban unos a otros los consejos más sensatos cuando necesitaban ayuda o consuelo.
Tengo la sospecha de que todos reservamos una parte de la realidad, para mantenerla lejos del influjo de la lógica. Lo que ocurre es que si está lejos de la lógica, también está lejos de nosotros. Sólo resultará visible a nuestros hijos o nuestros nietos, que se reirán de nuestras cosas como nosotros nos reímos de las de nuestros abuelos.
Y ya que hablamos de cosas singulares, ya me dirán ustedes si no es singular el ranking de los países de procedencia de los visitantes de este café: