Paso de Jouvenel a Pierre Manent, gracias al término medio de Aron.
Acusado de haber colaborado con los nazis durante la ocupación, Jouvenel llevó a los tribunales al acusador. En el juicio actuó como testigo suyo un Raymond Aron que ya estaba muy enfermo. De hecho, al salir del juzgado se subió a un taxi y ya no salió con vida. Era el 17 de octubre de 1983.
Raymond Aron y Leo Strauss, por este orden, fueron los grandes maestros de Manent. Les añado que, en mi humilde opinión, la conversión de Manent al catolicismo es el único hecho realmente interesante de mayo del 68, porque liberó a un gran pensador del influjo homogeneizador de la ortodoxia. Llevo bastante tiempo pensando que hoy en día los únicos pensadores que siguen sorprendiéndonos son los conservadores. En el caso de Manent, quizás más que de conservador, debiéramos hablar, siguiendo su propia presentación, de un "liberal triste". Pero me parece que no hay mejor definición de conservador que esta: un conservador es un liberal triste. La ortodoxia se ha ido con la izquierda (el progresista no puede ser triste ni aceptar que la vida sea una triste búsqueda de alegría) dejando el campo libre de la heterodoxia a quien quiera ocuparlo. Ahí están Manent, Brague, Finkielkraut y algunos -tampoco muchos- más.
Lo que me interesa resaltar se encuentra en la crítica que Manent dirige a René Girard. En ella se encuentra la idea, hoy más actual que nunca, de que el cristianismo tiene tendencia a pensar la igualdad entre el enemigo y el cristiano ("amad a vuestros enemigos") dando preferencia al enemigo. "Es lo que yo llamo la tendencia perversa del cristianismo". Esta tendencia transforma de manera apresurada e imprudente la proposición cristiana según la cual todos somos en un sentido igualmente pecadores, en una proposición política destructiva de toda la moralidad política, porque si todos somos pecadores, en último extremos no hay diferencias morales entre las causas humanas: "no hay diferencias de justicia, no hay diferencias de honor".
Los cristianos deben amar a sus vecinos sin confundir este amor con el pacifismo o la pusilanimidad, concluye Manent.
Tras escribir lo anterior me encuentro con unas recentísimas declaraciones del papa: "Si hablo de violencia islámica, tengo que hablar de violencia católica". Sin comentarios.