Ilustrado, pensativo, dominante, frugal; era un déspota cuyo perfil tenía algo de la terrible austeridad de Robespierre: era, como éste, severo y feroz, implacable y puro (...)
No tuvo más amor que el de la autoridad, y se abrazó a ella con frenesí; se desposó con la Tiranía y le fue ferozmente fiel.
Era frugal y hasta sucio; comía mal, y vestía peor, no dio nunca una fiesta, ni supo lo que era el lujo... inaccesible a la corrupción como a la piedad. Era estoicamente implacable.(...)No salía a la calle sino a caballo, rodeado de guardias, haciendo que cerraran a su paso todas las puertas y ventanas...
Un día hubo más silencio que de costumbre en las habitaciones del sombrío ilusionado... nadie se atrevió a entrar...al mediar el día siguiente, se notaba un mal olor...
El déspota había muerto....Sus funerales fueron suntuosos, y se le levantó un mausoleo, pero un dia manos vengadoras abrieron la bóveda, el cuerpo fue extraído de ella y los perros hambrientos lo devoraron....Para Rodríguez de Francia no quedó tumba donde ponerle un epitafio....Los tiranos son desertores de la humanidad, que ni muertos tienen derecho a refugiarse bajo el pendón de la clemencia humana.
Vargas Vila,
Rodríguez de Francia, en
Los divinos y los humanos.
Sobre
José Gaspar Rodríguez de Francia y Velasco