Me decía Enrique García-Máiquez en Santiago que de equipo de futbol, como todo el mundo sabe, no se cambia nunca. Eres fatalmente del que eres y pase lo que pase, tu fidelidad no está en almoneda. Dicho esto, añadió que nuestras mujeres eran más importantes que nuestros equipos de fútbol, así que nuestra fidelidad a ellas ha de ser innegociable, total, de por vida. He pensado inmediatamente en esto al enterarme de la muerte de Gustavo Bueno, acaecida poco después de enterrar a su mujer. Me imagino que no podía vivir sin entregarle su fidelidad y que al faltarle ésta, le faltó el aire. Descanse en paz.
Es difícil hacer justicia a un filósofo como Bueno, especialmente si lo has tratado de lejos. Lo que sí puedo decir es que su nombre estaba siempre reverencialmente presente entre quienes lo habían tratado aunque fuera a media distancia, porque era un hombre que poseía tres virtudes que escasean entre los filósofos habituales: imprudencia a la hora de pensar, consistencia a la hora de elaborar su pensamiento y vehemencia a la hora de defender sus ideas.
Descanse en paz.