"Nussbaum está en todas partes, pero es una académica común y corriente con una prosa terrible, a un tiempo verbosa y bombástica. Con frecuencia Nussbaum no tiene la menor idea de lo que está hablando. Aunque aduce ser una filósofa, sus títulos académicos son en estudios clásicos. Pero su mayor problema es que pasa buena parte del tiempo cultivando relaciones públicas en lugar de investigar y escribir. Me impresionó La fragilidad del bien, pero luego descubrí que había tomado las ideas de su director de tesis, G. E. L. Owen. A pesar de su prominencia internacional, no la considero una intelectual pública: Nussbaum no es una pensadora original. Si abres The New York Review of Books o The Times Literary Supplement, que suelen publicar sus largos y tediosos artículos, pensarías que se trata de una pensadora de alta escuela, pero nunca he leído a algún intelectual serio citándola, excepto para burlarse de ella. Se trata de una de las más poderosas luminarias de la academia estadounidense, que, sin embargo, no ha contribuido al discurso intelectual, pero, en cambio, ha aprendido a controlar los mecanismos burocráticos de las universidades. Sus puntos de vista de izquierda no me parecen genuinos, sino meras herramientas para la autopromoción. Su página de Wikipedia lista 51 títulos honoríficos otorgados por universidades en todo el mundo. Cualquiera que reciba tantos doctorados honoris causa debe considerarse parte del establishment y no alguien de izquierda.
El éxito de Nussbaum en el mundo académico es parte de la gran crisis cultural que nos aqueja en el siglo XXI. Nussbaum es un producto de la discriminación positiva generada por el deseo de tener mayor presencia femenina en la filosofía, dominada por hombres. De ahí que la debilidad de sus trabajos se haya pasado por alto. Es claro que cualquier profesor en constante gira mundial no está leyendo o haciendo investigación. Un verdadero intelectual busca la reclusión y desdeña el mundo de las celebridades y los políticos".
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