Cuando Menéndez Pelayo le advierte al lector, por activa y por pasiva, que tal o cual obra no debe ser leída, aunque no es del todo mala ni carece de algún interés, el lector curioso no puede menos de ir a echar una mirada. Y así se encuentra, por ejemplo, con El cancionero de obras de burlas provocantes a risa, y entonces, perplejo, se pregunta, ¿Cómo es que he tenido que esperar a leer la Historia de los heterodoxos españoles para disfrutar con tanto heterodoxo?