Este ha sido mi último artículo en el diario ARA, así que, señores directores, estoy disponible.
Ser abuelo
Tenía intención de escribir otro artículo, mucho más serio, pero mis nietos Bruno y Gabriel (6 y 2 años) están aquí al lado, intentando elaborar lo que llaman "la receta del estofado mareante", y se ríen tanto, que se han apropiado de toda mi atención.
Las experiencias más importantes de la vida se anuncian haciendo sonar una cuerda en tu interior que produce una música que no sabías que llevabas dentro y de la que ya no puedes prescindir. La música de ser abuelo es bien peculiar. Ser abuelo es redescubrir que sigue siendo divertido jugar por el suelo imaginando que eres un perro... aunque luego te cueste un poco levantarte y al adquirir la posición vertical sientas un leve mareo. Es atreverte a reinventar las posibilidades inéditas que hay escondidas dentro de cada cosa elemental. ¡Qué montón de potencialidades puede llegar a tener una humilde caja de zapatos! O un sencillo palo. O la luz reflejada que chisporrotea en el techo. Ser abuelo es, también, olvidarte del sentido del pudor y la vergüenza. Me di cuenta de esto cuando mi nieto Bruno tenía 6 días. En ese momento los medios hablaban mucho, y de manera muy escandalosa, de la gripe aviar. Y mi nieto tosió. Inmediatamente lo llevé a urgencias.
El escritor Martin Amis dijo en una ocasión que "los nietos son el telegrama de la funeraria". Me tomo sus palabras como la constatación de que los abuelos melancólicos están totalmente contraindicados. Yo veo a mis nietos como un inmenso premio de consolación que me tenía reservado la vida para cuando el oído, la vista, las rodillas y no me quiero acordarme de nada más, me empezaran a fallar. La naturaleza, que a diferencia de la cultura suele ser muy cínica, a veces te sorprende con alguna ironía inesperada, pero muy satisfactoria.
Puedo asegurar que de todas las cosas que me han pasado en la vida, la más inesperada ha sido la vejez, que se presentó sin anunciarse. Recuerdo perfectamente el día que me topé con ella. Fue en un Cercanías de la RENFE, cuando una joven se levantó para cederme su asiento. Bendita sea; ¡pero qué daño me hizo! Ahora bien, todo esto queda compensado con la presencia de los nietos. Si la ocasión lo requiere, suelo dar este consejo: "No tengas hijos, limítate a tener nietos". Obviamente es un consejo irónico, porque lo más maravilloso de todo, incluso más maravilloso que la primera media hora con los nietos, es ver a tus hijos haciendo de padres.