Una mañana de noviembre llamó al timbre de mi casa un señor que me traía un grueso libro de 1070 páginas que mi amigo Borja Lucena Góngora me había comprado desde Soria a través de Amazon:
Mi siglo, del intelectual polaco Aleksander Wat. Por supuesto, se lo agradecí inmediatamente, pero el libro se quedó sobre mi mesa de trabajo hasta que le llegara la ocasión de ser legítimamente un libro, es decir, de ser abierto.
La ocasión le ha llegado ahora, cuando finalmente he podido deshacer las maletas y recuperar mis rutinas (cada vez más reconfortantes). Esta noche, a las 5 de la mañana he llegado a la página 441 y aún no sé muy bien por qué lo estoy devorando, dónde se encuentra el atractivo que me empuja a andar sisándole horas al sueño.
En realidad es un libro imposible: está tramado con cientos y cientos de nombres polacos que no me dicen absolutamente nada y en los que no me puedo detener, porque tardaría años en acabarlo. Se trata de una larguísima entrevista de Czeslaw Milosz a Aleksander Wat y esto le concede, ciertamente, alguna agilidad a la lectura. Pero aunque la inteligencia inquisitiva de Misloz es evidente, no es ella la que me mantiene tan pendiente del texto. Hay páginas y páginas de referencias a personas que me resultan tan remotas que ni siquiera me esfuerzo por recordar sus nombres.
¿Entonces, ¿donde está el misterio? Honestamente, no lo sé. Ni tan siquiera la confesión de Wat me resulta siempre creíble. Pero aquí me tienen, amorrado al pilón.
Esta mañana me he topado en la página 390 con un nombre que no quiero olvidar: el de Jan Parandowski. Wat hace referencia a dos hermanas solteronas muy viejas que regentaban una biblioteca municipal y que "se comportaban como si no hubiera ocurrido nada, acudían cada día al trabajo ignorando al mundo. Como Parandowski en tiempos de Stalin.” Gracias a una nota a pie de página me entero de que "Jam Parandowski se encerró en casa, no leía la prensa ni escuchaba la radio, y, absorto en la traducción de autores clásicos, logró desentenderse de la realidad hasta tal punto que, cuando sus amigos le informaron sobre el famoso discurso de Kruschev que daba fin a la época estalinista, les preguntó: '¿Kruscink? ¿Quién es este señor?'” Poco más he logrado saber. Parandowski fue un helenista polaco que nació el 11 de mayo de 1895 y murió el 26 de septiembre de 1978. Pero en cierta manera, leyendo a Wat, me siento un poco como él. Que sirva pues este comentario como una vela encendida a los pies de los santos que protegen las cosas inútiles, porque son ellas las que de vez en cuando, incluso a horas intempestivas de una noche de invierno, nos permiten sentirnos libres, aunque, paradójicamente, estemos encadenados a la lectura.