Un rico campesino de Alma-Ata se desplomó de repente mientras trabajaba en el campo, víctima de un fulminante ataque de apoplejía. Cuando recuperó el habla y el movimiento, contó que se le había aparecido Dios y que le había revelado que "Dios no existe", ordenándole que predicara esta mala nueva. El campesino abandonó su hacienda y su familia para dedicarse a su apostolado por toda Rusia. Las autoridades lo soportaron durante un tiempo, hasta que al ir acumulándose las quejas, finalmente lo deportaron a una mina de cobre de Siberia, donde fue asesinado por una banda de ladrones, que se erigió en defensora de la existencia del Dios Vivo.
La historia la cuenta Aleksander Wat en Mi siglo.