Tania Díaz Castro, gran periodista cubana, notable defensora de los derechos humanos y amiga, me envía este artículo:
Para saber por qué colapsó el comunismo soviético, los marxistas más serios de este mundo han hecho lo indecible.
Fidel Castro ofreció un montón de kilométricos discursos que todavía ocasionan oleadas migratorias de cubanos hacia el Norte. La Dirección Política Principal de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en coordinación con los comunistas cubanos, distribuyó por todo el país miles de ejemplares del libro El derrumbe del socialismo: Causas y consecuencias y la Editorial de Ciencias Sociales de La Habana ha publicado los libros de los marxistas Hans Modrow, Roger Keeran y Thomas Kenny, que se adquieren en las Ferias del Libro.
Cada uno de estos ancianos trasnochados, se ha roto la cabeza para explicar por qué el imperio soviético se desguabinó y aún no llegan a conclusiones concretas.
Después de transcurridos treinta años, tampoco Alan Woods, importante dirigente británico de la corriente marxista internacional, se da por vencido. Su libro Stalin: 50 años después de la muerte del tirano, ha sido publicado por la Fundación de Estudios Socialistas Federico Engels, con sede en España.
Dan ganas de salir corriendo mientras leemos los horrores que cuenta Woods sobre Stalin, precisamente el hombre de quien no se puede hablar mal en presencia del gobernante cubano Raúl Castro, como tampoco puede hacerlo su prensa nacional.
Según Woods, Stalin fue "un mal teórico, un pésimo escritor y un peor orador, que hirió de muerte al comunismo antes de que este desapareciera", porque a Stalin "sólo le interesaba lograr el poder y controlarlo".
En 1953 muere Stalin. Aunque las purgas mueren con él, más de 700 víctimas suyas fueron rehabilitadas judicialmente y se conocieron todos sus crímenes, sobre todo cuando puso en práctica la colectivización, donde murieron de hambre diez millones de personas.
El culto que se creó con el estalinismo, continúa narrando Woods, "una aberración histórica temporal", adquirió su expresión más grotesca cuando lo creyeron omnipotente, el padrecito de todos, el gran hombre, el Maestro, el todopoderoso georgiano, el invencible, se multiplicaron en miles sus fotos en oficinas y lugares públicos y no lo querían dar por muerto.
Nos señala además que ¨Stalin nunca tuvo una verdadera ideología, convicción, ideas o principios, porque sólo le interesaba tiranizar, asustar y culpar a los demás, traicionando no sólo a Lenin, sino a sus propios camaradas, que mandó a fusilar por decenas. Odiaba a los intelectuales y como estaban prohibidos los partidos, así como la oposición, era necesario censurar el arte, tener a la cultura sometida a la vigilancia del Estado, porque a través de ella podían salir a la superficie las ideas oposicionistas¨.
También señala Woods, como algo fundamental, que "con la muerte de Stalin, el círculo dominante tuvo que hacer algunas reformas", que en definitiva, no dieron resultado. ¨Ya se había establecido un gran abismo entre los trabajadores y los parásitos burocráticos, cuyos ingresos y privilegios aumentaban, disfrutando de las mejores casas, autos con chofer, sirvientes, medallas, vituallas especiales… Ni siquiera la actividad económica privada e ilegal que floreció con Jrushchov, salvó a la URSS, sobre todo por las formas de pago laboral -de ahí la broma histórica soviética: ¨Ellos pretenden pagar y nosotros pretendemos trabajar".
Aunque dicen lo mismo los trabajadores cubanos, venezolanos y otros, Alan Woods no cree que el comunismo haya muerto, ¨porque según sus colegas, no murió por causas naturales, sino que fue un suicidio".
Lo más curioso de toda esta fauna que presume de poseer una formación marxista seria y residen en el capitalismo, es el criterio de que las nuevas generaciones son las encargadas de hacer avanzar a la clase obrera, limpiando la bandera de Octubre, ensuciada y ensangrentada por Stalin y al referirse al capitalismo, lo creen decadente y senil.
En pocas palabras, quieren que surjan más hombres como Stalin, Fidel Castro, Hugo Chávez y toda una fauna de presidentes latinoamericanos que necesiten de toda una vida para lograr sus empeños, que no son más grandes que el afán de mantener el poder.
Ellos, Keeran, Modrow, Kenny y Woods, son los que alientan a esas pocas ancianitas rusas que, en fechas políticas, todavía llevan sobre sus pechos la foto de Stalin, mientras desfilan compungidas por la Plaza Roja de Moscú y el millonario Putin, desde lo alto, les sonríe con pena.
Santa Fe, febrero 2017
Libros consultados: Socialismo traicionado, por Roger Keeran y Thomas Kenny, La perestroika, por Hans Modrow, El derrumbe del socialismo, de la Dirección de las FAR y Stalin, 50 años después de la muerte del tirano, por Alan Woods.
Tania Díaz Castro