La Novena de Beethoven en el Palau de la Música, con Dudamel a la batuta. Emotiva, intensa, con pasajes que te ponían la piel de gallina y un final apoteósico. Me ha acompañado mi hijo Guillem. No olvidaremos facilmente esta noche.
- Maestro, dice mi amiga B. que ningún director sabe sonreír como usted.
En el camerino del maestro.
Se me ha ocurrido llevarle un regalo de bodas.
- ¿Lo puedo abrir?- ¡Claro, maestro, es suyo!
Y parece que le ha gustado.
El manuscrito de unas Goyescas de un compositor catalán hoy olvidado.
Tras Beethoven, mi hijo Guillem y yo nos hemos ido a cenar a la Brasserie Flo, que era a donde me llevaba Maria Aurèlia Capmany a comer ostras, pero esta es otra historia.