Una de las ventajas que me ha traído la edad es la autorización incondicional para leer lo que se me antoje y cuando se me antoje, incluyendo el permiso para abandonar el libro que tengo entre las manos si veo que no hace nada por retenerme a su lado, porque hace tiempo que renuncié a pretender estar a la última. Así que ya no me sorprendo si de Maistre (
Sobre la soberanía popular,
Ensayo sobre el principio generador de las constituciones políticas) me parece que explica mucho mejor las claves del presente que Zygmunt Bauman (su
Retrotopía se me caía continuamente de las manos por su abuso de los tópicos de la corrección política) o si llego a la conclusión de que
El villano del Danubio de Fray Antonio de Guevara -consejero de Carlos I, quien por cierto, leyó con suma atención el manuscrito- es la primera exposición de la imagen del buen salvaje. Creo, incluso, que debemos hablar, sin complejos de la Ilustración española del siglo XVI. La suerte ha querido que coincida esta edad mía en la que duermo poco, apenas ojeo la prensa y casi no veo televisión, con la fortuna de Internet y sus caladeros de maravillas. Esta mañana he encontrado esta joya en
The New Yorker que me permite comprobar, de nuevo, la actualidad de los clásicos:
A FATHER’S FINAL ODYSSEYBy Daniel Mendelsohn