Conviene escribir de aquello que no acabamos de entender porque frecuentemente escribiendo nos vamos entendiendo.
Creo que todos tenemos conciencia clara de que en Europa ya no hay elecciones nacionales. Todas las elecciones tienen una repercusión europea y eso, en términos generales, es positivo. Significa que Europa se impone como una realidad incuestionable (aunque eso no signifique que sea fácil de gestionar). Obviamente, no tienen la misma repercusión unas elecciones en Francia o en Alemania que en Luxemburgo o Malta, pero todas son ya elecciones internas. Los franceses, cuando votan, también están decidiendo cosas relevantes que nos interesan a nosotros, los españoles. Por esta razón yo no puedo sino sentir simpatía por aquellos políticos que se presentan enarbolando sin complejos la bandera europea, como ha sido el caso de Macron.
Macron, básicamente, les está diciendo a los franceses, que para sus problemas la receta es más Europa. Y visto que nuestros problemas son problemas europeos, cualquiera que defienda que la alternativa a nuestras miserias es Europa, cuenta con mi apoyo.
Alain Minc me cuenta en un mail que Le Pen ha perdido un 7% en relación a las últimas elecciones (regionales) y que de esta manera ha pagado su hostilidad al euro. Minc es una persona infinitamente mejor informada que yo y por eso me fío de sus palabras, pero, sobre todo, quiero creer que los ciudadanos europeos están dispuestos a castigar la hostilidad a Europa. "Macron -continúa Minc- no tiene miedo de ocultar su credo europeo y por eso saldrá elegido". Sin embargo apunta un riesgo: que los sondeos, que le son muy favorables, fomenten la abstención.
Para valorar bien lo que puede suceder en Francia hay que tener muy en cuenta que poco después de las presidenciales vienen las elecciones legislativas y Macron se verá obligado a cohabitar... posiblemente con el centro-derecha. Pero eso no le supondrá demasiados problemas. De esta manera, concluye Minc, "Francia retomará su iniciativa en la construcción europea".
Ainsi soit-il
Pero de aquí a las próximas elecciones -presidenciales y legislativas- habrá que ver por quien apuesta el islamismo. Porque todos nos tememos que no se quedará con los brazos cruzados.
Mi amiga B. me añade una observación que, viniendo de ella, no puede ser sino sensata: "En el año 2002, cuando se supo que Jean-Marie le Pen se enfrentaría a Chirac, dos millones de personas salieron a la calle para manifestar su oposición al FN. Ahora no ha ocurrido nada de esto. Marine le Pen se ha incrustado en el paisaje político. El FN ha prosperado y ganado centenares de miles de votos, cosa que se encuentra casi normal. Apenas se escuchan los grandes intelectuales que normalmente expresan su opinión sobre estas cuestiones".
La manera de contrarrestar la influencia del FN y de otros partidos similares en Europa es analizando las razones que llevan a sus electores a confiar en sus propuestas. Podemos criticar las propuestas de le Pen, pero no podemos ignorar el malestar social de fondo que le permite desplegar sus velas con vientos portantes.
Con respecto a los socialistas, ellos tendrán que explicarnos por qué se quieren tan poco a sí mismos. Porque si su desamor es manifiesto, difícilmente pueden salir "a la calle buscando amor".