Lo escribí una vez aquí: "¡Pobre pueblo, el que se cree superior a sus políticos!". He vuelto a recuperar este pensamiento leyendo en la orteguiana España invertebrada lo siguiente "Pica, a la verdad, en la historia la unanimidad con que todas las clases españolas ostentan su repugnancia hacia los políticos. Diríase que los políticos son los únicos españoles que no cumplen con su deber ni gozan de las cualidades para su menester imprescindibles... Si esto fuera verdad, ¿cómo se explicaría que España, pueblo de tan perfectos electores, se obstine en no substituir a esos perversos elegidos"?