... el marido de la peluquera.
Pero yo mantendré vivo no ya su recuerdo sino su sensibilidad cada vez que una peluquera de manos sabias me lave el pelo.
Algún día contaré mis aventuras en las peluquerías. Me gusta entrar en las que no he estado nunca y esperar a ver qué dedos mecerán mis pensamientos. A veces las elijo al azar, lo cual me depara sorpresas de todo tipo. Una vez, en la parte vieja de Barcelona, entré sin mirar más que el letrero, "Peluquería de caballeros", y, una vez adentro me encontré con dos jovencitas chinas que me preguntaron qué quería. "¡Pues qué voy a querer, cortarme el pelo!", les dije. "¿Y nada más me preguntaron?". Sólo cuando descubrí el desastre que habían hecho en mi cabeza entendí el sentido de su pregunta.
Otra vez... (continuará... o no).