Hace ahora un año escribí lo siguiente:
Tengo que celebrar mi encuentro con el navajo Stevie Mannel en Page, Arizona. Estaba -el indio- completamente borracho y se le había metido en la cabeza que yo era novelista. Yo, a mi vez, quise saber si aún quedaba memoria entre los navajos del indio Manuelito.
Tengo que celebrar un cuatro de julio en Escalante a donde llegué porque en Antinomia no había conexión a internet.
Tengo que celebrar aquella mañana en que recorrimos Devil Dog Road mi Agente Provocador y yo y nos paramos a desayunar huevos rancheros en el restaurante de la india Hualapai.
Tengo que celebrar mi reciente viaje a Uruguay, a donde me invitaron porque habían leído mis libros y los amores de Felisberto Hernández y la espía África de las Heras cuyas huellas seguimos por las calles de Montevideo, y el Galeón de Roberto Cataldo...
Tengo que celebrar mi próximo viaje a México. Me invitan el Ateneo Español y el gobierno mexicano porque han leído mis libros. Tengo que celebrar que no tengo tiempo material para saludar a tantos amigos mexicanos como me gustaría.
Tengo que celebrar que mañana como una paella en La Cuina dels Capitans con mi amigo mexicano Luis Moctezuma.
Tengo que celebrar a Homero Aridjis y a los amigos de Chile, de Uruguay, de Paraguay, de Perú, de Venezuela (¡a ver cuándo podemos hacer, finalmente, ese viaje tantas veces pospuesto!), de Cuba (en este caso añado mi admiración por su compromiso con los derechos humanos), de Puerto Rico...
Tengo que celebrar todo lo que nos une, que es, exactamente, todo lo que queramos que nos una.
Hoy, pasado un año, tengo que añadir muchos más motivos a esta lista.
Tengo que celebrar una comida con el abogado Eduardo Ceniceros, hijo del abogado de Ramón Mercader, en un excelente restaurante mexicano. La visita a la casa-museo de Trotsky y los minutos sentados en silencio en el jardín y los laberintos de las tiendas de libros de viejo de la calle Donceles. La Vía del Exilio Español, la Calle de la Amargura, la Calle Artículo 123, donde estuvo la Editorial Quetzal de Costa Amic y aquel edificio en la Calle de Niza en el que trabajó Carmen Brufau y, por supuesto, los amigos del Ateneo Español de México y al generosidad de Maritza Macín... y....
Tengo que celebrar que el próximo mes de marzo vuelvo a México, para participar en un importante acontecimiento educativo del que ya daré noticias en su momento.
Tengo que celebrar el mensaje que Laura, la hija de Ramón Mercader me envió ayer comentando la situación catalana.
Tengo que celebrar que mis libros puedan leerse desde Río Bravo a Tierra de fuego y a esas personas que se ponen en contacto conmigo desde pueblos que tengo que localizar en el mapa para hacerme algún comentario sobre lo que han leído.
Tengo que celebrar la amabilidad de Gustavo Dudamel y la existencia de Lourdes Sánchez.
Tengo que celebrar que haya acabado haciendo negocios con Luis Moctezuma que no nos darán un céntimo de beneficio pero sí muchos motivos para mantenernos en contacto.
Tengo que celebrar la certeza de que el año que viene esta lista será más larga.