Madrid debe su origen a un emir, gran amador de mujeres, y tan dominado por su pasión por ellas, que no podía separarse de su harén. Se decidió una vez a emprender una campaña contra los politeístas -así llamaban los musulmanes a los cristianos trinitarios- y llegó con su ejército hasta Guadalajara. Pero no pudo proseguir la expedición. Los cronistas arábigos, demasiado indiscretos, nos cuentan que desde su salida de la ciudad de Córdoba le asaltaban sueños lúbricos, y que al llegar a la población que en lengua vasco-ibera se llamaba Arriaca (...), Abderrahman II padeció o gozó de una nocturna polución. El emir poeta y sensual abandonó entonces a sus tropas, corrió cerca de Tarub, su favorita, y amó con tanto brío a sus mujeres que engendró en ellas ochenta y siete hijos.
En esta frustrada heroica empresa, Abderrahmán, al caminar de Toledo hasta Guadalajara, pasó no lejos de Madrid y allí mandó alzar una ciudad murada.
- Claudio Sánchez Albornoz, Frente al mañana.