El martes que viene estaré en Soria, con mi entrañable "Círculo Filosófico Soriano", hablando de Frankenstein o El moderno Prometeo. Llevo al monstruo conmigo desde que un día lo vi en la pantalla dándole la mano a un niño que era yo. Después descubrí que le había pasado lo mismo al gran poeta mexicano Homero Aridjis:
Soy Homero Aridjis
nací en Contepec, Michoacán,
tengo cincuenta y cuatro años,
esposa y dos hijas.
En el comedor de mi casa
tuve mis primeros amores:
Dickens, Cervantes, Shakespeare
y el otro Homero.
Un domingo en la tarde,
Frankenstein salió del cine del pueblo
y a la orilla de un arroyo
le dio la mano a un niño, que era yo.
El Prometeo formado con retazos humanos
siguió su camino, pero desde entonces,
por ese encuentro con el monstruo,
el verbo y el horror son míos.
Escribí un libro sobre Prometeo pensando en Mary Shelley e incluso intenté mantener vivo un blog titulado Frankenstein y yo. El día, lamentablemente, sólo tiene 24 horas y no se puede llegar a todo. Pero nunca me olvido... de la criatura que quería ser feliz para poder ser virtuoso.
Este año se cumplen doscientos años de la aparición del libro y en Ariel han publicado la que han dado en llamar "edición del bicentenario" que es, se lee en la portada, una "edición anotada para científicos, creadores y curiosos en general". Es, podríamos decir, la edición STEM del clásico de Mary Shelley.
Por una parte el de Frankenstein es quizás el único mito digno de este nombre que hemos creado los modernos, pero por otra, este mito nos remite a una tradición precristriana, la de Prometeo, que siempre ha estado viva en las venas de Occidente. Tengo una buena colección de libros relacionados con Mary Shelley y con su novela, que he leído varias veces. Ayer mismo acabé esta edición de Ariel. Cada lectura me ha producido un sabor distinto. En esta última he sentido intensamente el sabor de Rousseau y de Calderón de la Barca. Y de esto, básicamente, voy a hablar en Soria.