Ayer, en el Congreso Internacional
Be Education, en Madrid, con el amigo Ferran Riera. Hay sitios a los que iría aunque fuera caminando. Intuyo que algo está cambiando en la educación y que este cambio es serio porque viene acompañado de una mezcla de entusiasmo y voluntad de rigor, de un hambre de contrastar ideas, de aprender del que lo hace mejor y, sobre todo, de una decisión de contemplar al hombre desde lo alto y no desde lo bajo. Es decir, está decidido a construir una pedagogía que cuente con el soporte de una antropología. He vuelto a casa con nuevos amigos y nuevas invitaciones. Esta es la prueba de que el viaje ha merecido la pena.
La pregunta "¿Qué es una auténtica experiencia educativa?" es de Dewey. Se la dirigió seriamente a sí mismo en 1938. Y no la supo responder. Era consciente de que ni "experiencia" ni "actividad" son conceptos autoexplicativos. Hay muchos tipos de experiencia y de actividad y no todos son educativos; los hay claramente deseducativos. Descubrió que era incapaz de sustentar conceptualmente su pedagogía del "learning by doing" si no disponía de una filosofía de la experiencia. A dar forma a esta filosofía se dedicó en los últimos años de su vida. El resultado es su
Logic, una respuesta fracasada.
Hoy volvemos a hablar de experiencia y actividad de forma compulsiva, especialmente bajo el amparo del discurso competencial, pero cuando visito un centro y pregunto si me pueden aclarar qué es una experiencia educativa, me miran con cara de perplejidad, como si nunca hubiesen considerado necesario responder a esta pregunta.