IDespués de un año de sequía en el que los agoreros no paraban de advertirnos de que teníamos que acostumbrarnos a los pantanos vacíos, una primavera lluviosa, para confirmar que el futuro es muy suyo y no se rinde así como así, por mucho que lo cortejen los profetas.
IIA Sánchez, por supuesto, le deseo suerte. Y a todos los que por las redes sociales están esperando que le crezcan los enanos, les concedo el derecho a gestionar su frustración como mejor les parezca, pero nada más. España necesita gobernantes que den la sensación de que no se limitan a ver pasar la historia más allá de su ventana, y que se atrevan, como aconsejaba Maquiavelo, a embridar a la fortuna.
IIIYo tengo al PP por un partido socialdemócrata. Lo que pasa es que él no lo sabe, pero es fácil que el PSOE, sí, por lo cual buscará su diferencia en la gesticulación, aunque de gesticulación, en España, vayamos bien sobrados.
IVHay algo en Sánchez que me atrae: su coraje y su ambición. Su maquiavélica manera de lidiar con la caprichosa Fortuna. Se ha enfrentando a mucha gente importante dentro y fuera de su propio partido y ha triunfado en contra de todos los que le anunciaban una larga sequía. Ha demostrado ser un corredor de fondo. No se le ve pusilánime, desde luego, y parece que está aprendiendo rápido. ¿Habrá llegado ya a la lección en la que se demuestra que quien gobierna sólo para los de su partido no gana elecciones?
VEl pasado 8 de abril escribí un post en este Café en el que sugería que en Cataluña se estaba elaborando un relato sobre el proceso que sostendría la tesis de que la culpa de todo lo que nos ha pasado la tuvo Aznar y que todos -menos él y los suyos- hemos sido víctimas. De aquí, añadía, se deduce que, puesto que Rajoy es el sucesor de Aznar, la posibilidad de un acuerdo pasa por un gobierno de la nación en el que no esté el PP. Intuía yo entonces que se estaba intentando construir un terreno ideológicamente neutralizado que permitiera a los contendientes no darse ni por derrotados ni por vencedores, pero para ello había que colocar al PP en fuera de juego. Concluía así: "La actual debilidad del PP parece incapaz de impedir su propia neutralización, condición indispensable para la neutralización del posible espacio de encuentro".
VIEn política la piedad es una diosa extranjera; la prudencia, el arte de aprovechar el momento adecuado y el prestigio, lo que decide la suerte.