La elección de Pablo Casado como Presidente del PP es políticamente muy relevante y ello por varias razones.
1) Porque esa convicción de que "gato blanco o gato negro, lo importante es que cace ratones", se desmorona en cuanto se dejan de cazar ratones. Cuando esto ocurre se descubre que no sólo no tienes ratones sino que ni tan siquiera tenías gato. Tienes, en todo caso, la vaga metáfora de un abanico en un local con aire acondicionado.
2) Porque las ideologías no sólo no han muerto sino que es muy probable que estén de vuelta y que el conservadurismo se haya dado cuenta de ello y se esté rearmando teóricamente.
3) Porque las descalificaciones -¡qué facilonas! ¡qué de manual de primeros auxilios!- que ha recibido Casado desde la izquierda muestran una ceguera que solo puede beneficiarle.
4) Porque si la izquierda española parece satisfecha con una mezcla de nuevas políticas identitarias y viejo antifranquismo, la derecha española parece insatisfecha consigo misma y esta es una buena noticia para ella... siempre y cuando esta insatisfacción no ponga en peligro ni su unidad ni la claridad de sus mensajes.
5) Porque la izquierda -me temo- es demasiado narcisista para soportar mucho tiempo a Pedro Sánchez.
Casado tiene, sin embargo, un gran reto a corto plazo de cuya resolución depende en gran medida su credibilidad: debe demostrar que es capaz de afrontar de manera contundente la corrupción en su partido. Los militantes del PP me podrán objetar -ya lo han hecho alguna vez- que su corrupción es menor que la del PSOE. Si, a pesar de ello, la sociedad es más exigente exigente con las corruptelas de los conservadores que de los socialistas, esta es también una magnífica noticia para el PP. Por eso mismo debe apresurarse a estar a la altura de lo que socialmente se le exige.
Y una pregunta para acabar: ¿En qué punto del arco político debe estar situado quien ve a Casado en la extrema derecha?