Resaltando la importancia del ejemplo, Gracián cuenta que una culebra tenía una hija a la que amaba mucho, pero que andaba siempre torcida.
- ¡Camina derecha! -le decía. - Madre mía -le respondió la hija-, enséñame a caminar y aprenderé de tu ejemplo.
La madre lo intentó, pero pronto se puso de manifiesto que las culebras no saben caminar en línea recta.
- En verdad, madre -dijo la hija-, que si las mías son vueltas, las tuyas son revueltas.