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En la hermosa tela se veían
entretejidas las silvestres diosas
salir de la espesura, y que venían
todas a la ribera presurosas,
en el semblante tristes, y traían
cestillos blancos de purpúreas rosas,
las cuales esparciendo derramaban
sobre una ninfa muerta, que lloraban,
Todas con el cabello desparcido
lloraban una ninfa delicada,
cuya vida mostraba que había sido
antes de tiempo y casi en flor cortada.
Cerca del agua en el lugar florido,
estaba entre las hierbas degollada,
cual queda el blanco cisne cuando pierde
la dulce vida entre la hierba verde.
"La aspiración a salvar el mundo, síntoma mórbido por excelencia, se acompaña inevitablemente de la rabia por destruirlo"
"El espectáculo [del mundo] debe continuar con sus mismos actores amnésicos representando la misma comedia de la felicidad, recitando las mismas tonterías ante la misma sala somnolienta"
"Hay dos tipos de matrimonios. Aquellos en los que la novia se da cuenta de que se ha equivocado de hombre caminando hacia el altar, y aquellos en los que se da cuenta de lo mismo al volver del altar".
"Es porque uno ha creído entrever la eternidad en la mirada de la mujer deseada por lo que se despierta cada mañana en el lecho de Procusto: amputado de sus sueños, pero ajustado a las dimensiones de la realidad."
Todo lo anterior se encuentra en las páginas de este libro y, sin embargo, a mí me da la sensación de que Jaccard es un ameno bon vivant que usa el nihilismo como pose estética. No sé si un nihisla genuino se detendría a contarnos lo siguiente: "Cuando Oscar Wilde, después de haberse entregado con placer a ese extraño y peligroso juego al que los ingleses se refieren como 'courting disaster', fue arrestado por la policía, una muchedumbre se reunió ante su casa y, conforme pasaba, le gritaba. Sin embargo un hombre se descubrió y respetuosamente se inclinó. Wilde le dijo: 'Señor, hay personas que por menos que esto han entrado en el paraíso'"A finales del siglo XIX aparecieron los clubes de suicidas. Estos clubes, muy selectos, se pusieron de moda en las grandes capitales europeas. Para entrar a la eternidad sin escándalo, había que suicidarse debida y libremente. Y ambas cosas eran proporcionadas por asociaciones, que se asemejan a las sociedades secretas. Para participar en el club había que ofrecer pruebas de una resolución decidida a morir. Una vez admitido, el novato se enteraba de que el día de su suicidio se determinaba de la siguiente manera: se organizaba una partida de cartas en la que el ganador perdía la vida. Por supuesto, el afortunado recibía de los otros miembros del club muestras de la más sentida enhorabuena. Se daba una gran fiesta y cuando el elegido abandonaba el club sufría un accidente organizado por sus amigos...