ITengo un resfriado de hombre y mi mujer, como suele ser el caso, no me entiende. Más aún, me mira de arriba abajo con cierta sorna, mientras yo me retuerzo entre espasmos agónicoas de un leve malestar insoportable. No es fácil ser hombre y llevarlo con dignidad.
IIParece que bajarán las temperaturas. El cielo, a esta hora -las 7 de la mañana- anda indeciso, pero esas nubes que veo desde la ventana evolucionando en pie de guerra, no son muy tranquilizadoras.
IIIEntre las cosas entrañables, divertidas, instructivas, cordiales, sabrosas y ... (aquí me falta un adjetivo) que me han pasado en la vida, la del Círculo Hermenéutico Estraussiano de les Planes es la única que reúne todos estos adjetivos. Si el que en el futuro escriba la historia de la filosofía en Cataluña no le dedica al menos una nota a pie de página al Círculo, no habrá escrito una obra de fiar.
IVLe he contado a mi nieto Bruno el cuento de Manoliño, el niño-moco, que cada vez que se sonaba, cosa que tenía que hacer con frecuencia, se vaciaba como un globo y sus padres tenían que recoger todo el mejunje mocoso de su hijo con una aspiradora y volvérselo a meter por las narices para que el niño volviera a inflarse y a recuperar su forma.