Termino La razón conservadora, la biografía político-intelectual de Gonzalo Fernández de la Mora escrita por Pedro Carlos González Cuevas (2015). Lo hago con una sensación extraña. Debo pensar sobre el libro, pero, sobre todo, debo analizar las reacciones encontradas que ha despertado en mí su lectura.
A lo largo de estas 469 páginas bien apretadas, he tenido varias veces la sensación de estar ante una literatura que hoy nos resulta casi clandestina: algo que hay que leer vigilando que no te vean los censores. Pero aquí se encuentra la huella de un filósofo interesante, con el que me resulta imposible compartir muchas cosas fundamentales, pero al que es imposible negarle capacidad de estímulo intelectual. Tanto es así que ahora me espera su propia biografía, Río Arriba, y he decidido tomarme en serio su "razonalismo" y su concepto de ideología. Quiero pelearme con él para comprenderme mejor a mí mismo y, además, me gustaría aclarar su relación con las tesis de Kojève (si es que existe).
Desde mi punto de vista, un conservadurismo sano -es decir, desacomplejado- debiera asumir la tradición, en su conjunto, como algo propio. Un conservador debiera ser exigente con el presente y generoso con el pasado. En este sentido, Fernández de la Mora tendría que ser para él tan propio como un Fernando de los Ríos o un Azaña, por poner sólo dos ejemplos. Todos están ahí, en nuestro pasado. Cada uno de ellos puede ser (eso ya depende de nosotros) un acicate intelectual y un referente, un mojón intelectual ineludible, para encontrarnos bien ubicados históricamente.
Hay en el pasado intelectual de España un gran número de pensadores que dejaron reflexiones inacabadas porque en su tiempo no parecía lo más urgente desarrollarlas, pero que ahora nos ofrecen alternativas de desarrollo sugerentes para añadir voces discordantes con el presente que puedan poner en cuestión a la ortodoxia.
Quizás no haya ejercicio más difícil que el de la honestidad con nuestra historia. Pero en este ejercicio se juzga nuestra sinceridad para con nosotros mismos, porque si no lo enfrentamos será imposible disponer de algún tipo de figura de nuestra ignorancia.