El tiempo navideño es un tiempo de celebración, de descanso, de vacaciones, de reencuentro con familiares y... de recuerdos. Al volver a celebrar la navidad a través de los ojos de los niños, recordamos nuestras navidades. Al reencontrarnos con los familiares en los días señalados recordamos también a aquellos que no están con nosotros para compartirlas.
Siendo la Navidad un tiempo de recuerdos, es conveniente distinguir entre hacer memoria y recordar, porque su confusión puede hacernos perder una razón para la alegría en este tiempo de celebración.
Hacer memoria es traer al presente la imagen muerta de un pasado que ya no es nada. Por esa razón, los sentimientos que lo acompañan son la melancolía, la añoranza y la tristeza, junto con la percepción de lo transitorio de la realidad. Recordar, sin embargo, es distinto: tiene algo de resurrección y renacimiento. Los sentimientos que lo acompañan son la sorpresa por el reencuentro y la alegría. Recordar significa dejar que el presente sea fecundado por el pasado, por su presencia singular, sus insinuaciones, sus sugerencias, sus preguntas, sus retos, para así hacerlo nacer a un verdadero futuro, evitando la repetición perpetua de lo mismo. Lo que llamamos pasado guarda al porvenir en su seno, como el Dios Cronos guardaba en el vientre a sus hijos devorados para que no ocuparan su lugar. Pues bien, dejémosles renacer y re-cordemos, volviendo a pasar lo que fue por el corazón. Celebremos la Navidad recordando.