Escribe Hegel:
«Algo no puede ser dotado o sentido como límite, falta, barrera... sino porque quien lo nota está simplemente más allá de tal límite, privación o barrera. Es, pues, sencillamente, inconsecuencia no ver que el mero hecho de designar algo como finito o limitado encierra la prueba de la presencia real en él de lo infinito y de lo ilimitado; y que solamente puede tenerse conciencia de un límite en cuanto lo ilimitado está dentro de tal límite en la conciencia misma» (Enzyklop. d. phil. Wissenschaften. § 60).
Añade García Bacca:
"El darse de cabezadas contra una pared sólo es posible porque quien se da de cabezadas puede y de alguna manera está más allá de la pared. El tropezar con un límite se hace en virtud de una trans-finitud. Y como la potencia expansiva, transfinita del vapor encerrado en los límites de una caldera pone en movimiento esa cosa férreamente aprisionadora y delimitante que es una locomotora, así la multiforme potencia de infinitud que hay en cada cosa, sobre todo en el hombre, tropieza contra las barreras ónticas -este cuerpo, número fijo de sentidos y de estos sentidos, número fijo de categorías...- y esta lucha en la misma cosa entre finitud y transfinitud, entre cosa y ser, pone en movimiento intrínseco y esencial, a la cosa misma hacia lo Infinito (...)".
Bien, no hace falta ir muy lejos para encontrarlo: tenemos al infinito en casa.