"Vértigo" de Alfred Hitchcock |
Bien, pero ¿qué significa pensar? Ante esta pregunta, ensayaremos de forma tentativa una respuesta. Sólo un primer paso, si es que en estos asuntos un primer paso es posible.
Pensar consiste en ir de algo a su principio, y regresar desde el principio hasta el punto de partida, para descubrir que ya nada es igual.
Pensar consiste en partir desde algo que aparece, se muestra o se revela inquietándonos, zarandeando nuestras creencias previas y provocando nuestro asombro, hasta alcanzar su razón o logos propio, su Idea explicativa (momento de progreso), para luego retornar desde el principio explicativo descubierto hasta el fenómeno de partida que buscamos comprender (momento de regreso). Y sin embargo la figura que dibuja el pensamiento al ir del fenómeno a su principio para luego regresar no es un círculo, puesto que en el regreso, el pensamiento descubre aspectos imprevistos del fenómeno que han de ser de nuevo comprendidos. En consecuencia, la figura dibujada por el pensamiento no es un círculo, sino una espiral. Entre el inicio y el fin, el pensamiento descubre una diferencia que lo impulsa de nuevo a recorrer la distancia entre ambos, abriéndose a un horizonte desconocido.
Comprendido de este modo en qué consiste pensar, añadimos a continuación tres características que desarrollan algo más esta respuesta.
Pensar es pensar algo y su principio al menos de tres modos: 1) críticamente, 2) trágicamente y 3) como celebración. Expliquemos brevemente cada uno de ellos.
En primer lugar, pensar algo es pensarlo críticamente porque el pensamiento no se detiene en una comprensión determinada de su tema sin ser infiel al movimiento que lo define: el descubrimiento de nuevos aspectos en el asunto del que se ocupa le fuerza a un nuevo alzado hasta el principio explicativo que permita su comprensión. En consecuencia, el pensar algo deja su criticismo y se convierte en dogmático cuando, abandonando su estructura en espiral, progresa hacia una comprensión determinada del fenómeno del que se ocupa, se detiene en ella y, sin regresar, da por finalizada su tarea.
En segundo lugar, pensar algo es pensarlo trágicamente porque entre el punto de partida y el punto de llegada del pensamiento hay una fractura que deja abierta y sin término su tarea, haciendo de su progreso y su regreso una espiral sin fin. En este sentido, pensar algo no tiene una estructura dramática porque no comienza con un planteamiento, continúa con un nudo y termina con un desenlace. Al pensar algo nos encontramos con un inicio siempre ya comenzado (no hay un primer pensamiento) y un final siempre trascendido (no hay un último pensamiento). Si pensar algo tiene un término, ese término es semejante a un acorde de séptima. La conciliación entre el principio y el fin se encuentra siempre por venir.
En tercer lugar, pensar algo es pensarlo celebrativamente: un pensamiento crítico fiel a su carácter trágico afirma a su vez esa fractura inextinguible entre el fenómeno y su principio, entre la pregunta y la respuesta, entre el misterio y la palabra que lo ilumina, haciendo posible gracias a esa afirmación el permanecer unido de lo siempre separado. Lo más lejano, y lo más cercano, el enigma y la solución, lo manifiesto y lo oculto, lo presente y lo ausente, permanecen juntos gracias a la insistencia crítica y trágica del pensamiento en la distancia que los separa. De lo contrario, en el pensar acrítico y dogmático cada término vuelve su espalda a los otros, a la espera de una ocasión propicia para el encuentro. Encuentro que vuelve de nuevo a celebrarse cada vez que alguien, inquietado por algo o por alguien que le incumbe, le aguijonea y le asombra, se pone a pensar.