Por mucho que se quiera ocultar, el objeto y el sentido de la caza consiste, esencialmente, en entregarse al “placer” (parece que para algunos lo es) de acosar y matar animales salvajes. Se puede investir al cazador de deportista, de ecologista, de motivo turístico o de recurso económico. Se puede admirar, sin duda, el rico patrimonio cultural (lingüístico, etnológico, artístico, etc.) asociado a la caza. Pero el cazador es, ante todo, un señor (muy pocas veces, insisto, una señora) al que le gusta disparar a animales, sean perdices o elefantes, sin otra necesidad que la de entretenerse con ello (y, en ocasiones, afirmarse – sospecho – en roles de masculinidad radicalmente opuestos a los valores que desde la izquierda deseamos promover). Y todo esto, insisto, es un asunto y un problema moral que, como mínimo, hay que discutir... De todo esto trata nuestra última colaboración en el diario.es Extremadura.
Para leer el artículo completo pulsar aqui.