El turismo es la vulgarización mercantil de la antigua y aristocrática costumbre del viaje formativo. Aun así, y por eso, conserva – poniéndolo, además, al alcance de muchos – una sombra de aquellos fines y valores que inspiraban a los viejos viajeros (el anhelo de conocimiento, el ideal cosmopolita, la aventura de ponerse a prueba a sí mismo...). Por ende, en algunas partes del mundo (como Extremadura), el turismo sostenible y de calidad es casi la única forma de librar al patrimonio natural y cultural de formas mucho más predadoras de explotación. Así que de “turismofobia” nada. De regular, planificar, contener, encauzar y ennoblecer el negocio turístico – es decir, de hacer política para el bien común–, en cambio, todo. De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura.
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