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Nadie se puede implicar personalmente en ocupaciones cuyo fin primordial es el beneficio económico (el beneficio de otros, para más inri) y, sin embargo, es eso lo que exige hoy la “filosofía” de las grandes compañías: un compromiso absoluto. Es decir: una alienación total, aún mayor que la que detectó Marx hace dos siglos. A los jóvenes que hoy buscan empleo – y a cambio de contratos infames – las empresas les piden completa disponibilidad, una “entrega” que, dada la naturaleza del trabajo disponible, solo puede ser un triste simulacro de vitalidad, un “darlo todo” a cambio de la nada del dinero (o de su expectativa). Un simulacro compensado (o más bien prolongado) por ese otro sucedáneo de plenitud que proporcionan el consumo o la industria de ocio...
Sobre todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo pulsar aquí.