¿Sigue siendo pertinente el concepto marxista de
alienación? Desde luego. La mayoría de los trabajos disponibles hoy son tan embrutecedores e indignos como lo eran en el siglo XIX. Y no me refiero solo a aquellos tan mecánicos que podrían ser perfectamente ejecutados por una computadora o un androide, sino también a aquellos otros en que la creatividad y el ingenio se ponen al servicio de objetivos insignificantes – como especular o producir cosas superfluas – , o innobles – como expoliar o engañar a la gente –...
Nadie se puede implicar personalmente en ocupaciones cuyo fin primordial es el beneficio económico (el beneficio de otros, para más
inri) y, sin embargo, es eso lo que exige hoy la “filosofía” de las grandes compañías: un compromiso absoluto. Es decir: una alienación total, aún mayor que la que detectó Marx hace dos siglos. A los jóvenes que hoy buscan empleo – y a cambio de contratos infames – las empresas les piden completa disponibilidad, una “entrega” que, dada la naturaleza del trabajo disponible, solo puede ser un triste simulacro de vitalidad, un “darlo todo” a cambio de la nada del dinero (o de su expectativa). Un simulacro compensado (o más bien prolongado) por ese otro sucedáneo de plenitud que proporcionan el consumo o la industria de ocio...
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