|
Caravaggio, Los jugadores de cartas. C. 1594 |
Rasgos de personalidad aparte, la decisión moral de «darlo todo» por el juego puede estar muy bien asentada en la mente de una persona (aunque no sea muy consciente de ello). Para muchos filósofos la vida no es más que un juego sin sentido, una pasión inútil. ¿No será lo más consecuente, entonces, jugar apasionadamente hasta el final? La ideología que respiramos nos empuja a vivir sin esperar nada más que emociones, placeres y entretenimiento. Se nos dice que somos seres contingentes, fruto del azar y condenados a la incertidumbre. La propia base material de nuestra vida depende de una «economía de casino» sujeta a gigantescas apuestas financieras (¡Ahí sí que se juega a lo grande!)... ¿No les da todo esto que pensar?... De este asunto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura.
Para leer el artículo completo pulsar aquí.