En ausencia de un Dios que seduzca y obligue paternalmente a las conciencias (como en la Edad Media o en las –todavía–
ummasislámicas) están la seductora «auctoritas» del experto que, como en el experimento de Milgram, dirige nuestra voluntad en nombre de la Ciencia, o –la otra fuente de moderna seducción pseudorreligiosa– la retórica falaz y cargada de mitología pedestre del demagogo iluminado (Bolsonaro, Trump, Le Pen…) que nos llama a creer y obedecer. Hay una sola manera posible de enfrentarse a esto (y de legitimar, de paso, al poder): educar a la ciudadanía en el hábito del pensamiento riguroso, libre y crítico. Solo una ciudadanía empoderada (empoderada de criterio propio) y no sensible a otro poder que el de la convicción racional es inmune a la seducción de tecnócratas y demagogos. Solo ella estaría a salvo de querer lamer, voluntariamente, el zapato de nadie. ¿Entienden ahora la manía que suele tener el poder instituido a la educación crítica y filosófica? Para él siempre es mejor la obediencia querida... De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo
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