La publicidad se ha convertido, de modo subrepticio, en educadora moral, eclipsando como vía de selección y transmisión de valores a la familia, la iglesia, la política o la escuela, y compitiendo en ello con la industria del entretenimiento (cuyos productos adoptan a menudo el formato y el lenguaje publicitario, cuando no se convierten, ellos mismos, en un producto promocional más). ¿Qué se puede hacer frente a esto, si es que hay que hacer algo? De esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo
pulsar aquí.