La “Inteligencia artificial” (A.I. en sus siglas en inglés) es aquella que cabría atribuir a una máquina capaz de realizar tareas cognitivas similares a las de una mente humana. En su versión más fuerte, la A.I estima que las máquinas podrían no solo pensar como nosotros, sino también sentir, tomar decisiones y hasta poseer un asomo de conciencia. ¿Es esto posible? ¿Podremos generar autómatas idénticos – o incluso “superiores” – a los seres humanos?
Yo no me preocuparía demasiado. La verdad es que los proyectos en A.I (fuerte) no han sido nunca muy fructíferos, ni es probable que lo lleguen a ser. La razón es que sus presupuestos filosóficos son fundamentalmente erróneos. El principal de ellos es creer que nuestra vida mental es reducible a (es lo mismo que) la actividad del cerebro. Es decir, que todo lo que pensamos, deseamos, sentimos… es “química”. Y como la química no es más que una física compleja, explicable, en general, en términos matemáticos, bastaría con descifrar los mecanismos y logaritmos que están detrás de la química cerebral (y, por tanto, de los pensamientos, intenciones, etc.) para poder reproducirlos en un ordenador o autómata.Pero todo esto es una suma de prejuicios más que discutibles... Sobre esa discusión trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura.
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