En el relato político se toman habitualmente como sinónimos términos que, como los de “diálogo” y “negociación”, no lo son en absoluto, pero que muchas veces interesa confundir. Es lo que hacen los líderes políticos exhibiendo la retórica tramposa de la negociación y clamando, a la vez, con rictus teatral, por un “diálogo” o entendimiento “verdadero”.En términos esenciales, “diálogo” se refiere al uso compartido de argumentos racionales para intentar clarificar un asunto. La negociación, en cambio, refiere el proceso por el que, mediante todo tipo de artimañas (amenazas y engaños incluidos), cada parte trata de imponer sus objetivos a las demás. El diálogo alude, pues, a la búsqueda – según ley racional – de una verdad o bien común. La negociación, en cambio, al logro – según ley económica –del máximo beneficio al mínimo coste para cada una de las partes.Por supuesto que la descripción anterior es muy simple. En política, el diálogo (entre ideas o principios) se ve ineludiblemente ligado a la negociación (entre esa versión pobre y ciega de las ideas que son las voluntades e intereses particulares y partidistas). Qué le vamos a hacer. No somos ángeles de luz y razón. ¡Pero tampoco bestias dominadas por las pasiones! El diálogo siempre debe tratar de imponerse a la negociación. No de forma retórica, sino honesta y profunda... Sobre todo esto trata nuestra última colaboración en El Periódico Extremadura. Para leer el artículo completo
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